12 mayo 2014

instantánea.



Haces "click" con la cámara y captas este instante. Siempre te pido que hagas tú la foto aunque no sepas cómo encuadrarnos. Pero no me importa, me gusta abrazarme a ti mientras alargas el brazo intentando que ambos aparezcamos en la instantánea. Tras el ruido del mecanismo, te beso una mejilla. Sonríes. Tenemos toda la ciudad a nuestra espalda, si nos fijamos seguro que se ve hasta mi casa, o la tuya. El sol está cayendo y algunas luces empiezan a temblar cerca del horizonte. Sonrío. Me tocas el hombro y me encuentro con tu cara de preocupación "no sé cómo habrá salido" me dices mientras me tiendes la fotografía. "No importa", te contesto. Y la agito con entusiasmo deseando vernos capturados en ese "para siempre". Entonces te detienes tú a mirar la ciudad, ¿estarás pensando lo mismo que yo? Parece que el sol tiene prisa por desaparecer, y sus últimos rayos nos recuerdan que es hora de volver a casa. Pero no esta tarde. ¿Por qué? Porque podría ser la última. Porque nunca se sabe. Y si fuera por mí, captaría cada uno de nuestros momentos para cerciorarme de que siempre hay uno nuevo, y que no van a terminarse nunca. Poco a poco nuestros rostros van apareciendo sobre el papel, como un recuerdo que vuelve lentamente al olor de una taza de café en invierno. Tuerces el gesto y yo adivino tu expresión en él. "Sales genial", me adelanto. "Tú siempre más", respondes. Una brisa levanta los flecos de mi bufanda y me abrazo con fuerza. Entonces me coges por los hombros y me acercas contra tu pecho, despacio. Y caigo lentamente en él como se cae en la cama mullida después de un largo día de trabajo. Cierro los ojos y tus latidos me dan la bienvenida, "siempre eres bien recibida aquí", parece que susurran. Te rodeo la cintura y hundo la cara en tu abrigo, calentándome los labios con mi propia respiración. Ojalá pudiéramos capturar también este momento, este instante en el que todo es perfecto y toda la ciudad es testigo de ello. Tu boca aterriza en mi cabeza, y me besas con la ternura con la que se besa a la inocencia, a lo bello. Y tus besos dicen "te quiero, y no hay más verdad que esa en este mundo". Y quiero llorar, pero parecería una tonta y, simplemente, me separo de ti poco a poco con la excusa de "a ver si ya está del todo". Y miro la fotografía, nos miro ahí quietos, eternos en ese instante que ya forma parte del pasado. ¿Cuántos momentos así nos quedarán? "Vamos", me dices, "te invito a tomar algo". Y sé que no te gustan demasiado, pero te pido que me lleves a ese café donde preparan ese capuchino helado con nata que tanto me gusta. Me das otro beso, esta vez en la mejilla, y me dices "por supuesto". Guardo la foto en el bolsillo antes de mirar el horizonte una vez más, cada vez más oscuro. Y querría que este día no terminase jamás, que sentarnos juntos en ese café fuera el comienzo de otro momento que atesorar y enlazar al siguiente. "¿Vienes?" Me preguntas desde el camino. "Sí", contesto. Y corro hacia ti, feliz. Como cada vez que me tiendes el brazo para que yo me enrede en él. Como cada vez que me besas y sólo te siento decirme "te quiero, y no hay más verdad que esa en este mundo".


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