21 febrero 2013

Revolución

Imagen extraída de: http://www.gdefon.com

Cuando nadie pensaba que nada de aquello sucedería, sucedió: La Revolución estalló en mitad de la capital. Primero sonó la alarma, que disipando la tranquilidad de la noche marcó el final de una etapa y anunció el comienzo de otra bien distinta. "Ya ha empezado" susurró mi padre cuando el eco de los grandes altavoces retumbó a nuestro alrededor, espantando a los pocos pájaros que dormitaban en el árbol contiguo a la casa. Las noticias iban llegando poco a poco a través de las interferencias de la radio, pero mi padre ya estaba al corriente de antemano de todo lo que iba a suceder: Aquellos a quienes el gobierno llamaba "Los hijos bastardos del pueblo" se habían alzado en armas tras meses de meticulosa organización, después de esquivar decenas de redadas, de cambiar la base de lugar cada pocos días, de reclutar aliados desde las sombras, de observar y observar, esperar, planificar y terminar de decidirse a poner una fecha definitiva. Aquel 21 de Octubre de 1927 era la prueba palpable de que los ideales y los sueños de cambio se convertirían en una realidad. Ya nadie podía eludir su compromiso con la libertad, todos estaban marcados por el mismo destino. Y mi padre lo sabía porque él había estado al mando de todo aquello. Tanto mi madre como mis hermanos y yo estuvimos siempre al corriente de todo lo que sucedía. Y aunque nunca participamos activamente, tenía la sensación de que estaba tan metida en aquello como mi padre. Y mis temores se confirmarían la madrugada que vinieron a por mí.
El grupo al mando había decidido que mi padre permanecería oculto en nuestra casa, aislado como un civil más. Sólo cuando llegara el momento se uniría a sus hermanos. Por ahora, sólo podía esperar. Confiaba en sus hombres, pero Dios sabe que nada le hubiera gustado más aquella noche que unirse a ellos y poder disfrutar en primera persona de las expresiones de sorpresa y terror de los cuerpos armados, que por supuesto no se esperaban nada de aquello.
Hubo un tiempo en el que realmente llegué a pensar que estaríamos a salvo. Nuestro hogar se encontraba en las afueras y aunque eso implicara un corte de comunicación con la capital (con todas sus consecuencias: falta de suministro de comida, medicinas...) También significaba que estábamos relativamente al margen de todo lo que allí sucediera, lejos de las armas, de la sangre y el olor a carne quemada y lágrimas que emergía desde las ventanas de las casas. Las tardes en las que veía el humo de la ciudad ascender hacia el cielo, no podía evitar llorar imaginando todo lo que estaba sucediendo en la capital. Mi macabra imaginación me traía a la mente escenas de muerte que prefiero no relatar, ya que seguramente no se alejarán mucho de la realidad. Y saber que yo estaba a salvo, en un pequeño mundo donde mi madre nos obligaba a fingir que nada de aquello nos afectaba, me estaba matando. La razón principal de aquella indiferencia por parte de mi madre era proteger a mi hermano menor, pero había días en los que realmente me sentía una traidora y me preguntaba si yo no tendría que estar allí también. Luchando. O muriendo.
- ¿De verdad vale la pena? -Preguntaba a mi padre cuando advertía su presencia a mi espalda. Él se acercaba y posaba su mano sobre mi hombro, apretándolo con fuerza.
- La muerte de un ser humano nunca vale la pena. Pero son cláusulas que el diablo nos obliga a aceptar cuando sellamos nuestro destino. Unos cuantos deben caer para que otros podamos vencer. Para poder recuperar la libertad, para poder darle a nuestros hijos la vida por la que han luchado quienes perecen. -Y entonces lloraba él también mientras el humo oscurecía el cielo de la tarde. Lloraba en silencio, pero yo lo sentía. El dolor obligado a callar es el que el corazón escucha con más claridad. Yo sufría con él.
Y creo que aquello fue lo que hizo que la madrugada en la que me llevaron con ellos no tuviera miedo, no opusiera resistencia. Porque realmente lo estaba esperando.

Aquella noche llovía.


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2 comentarios:

  1. Me parece un comienzo genial, lleno de intriga. ¿Qué pasó aquella noche? ¿Qué ocurrió con la revolución?

    Me has dejado con ganas de más, que lo sepas.

    ¡Besos!

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  2. wow roxy, realmente eres una inspiración, un modelo a seguir *.*

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